La cosa va de olores

Me levanté tempranito, el día comenzaba estupendo, me desperté antes que la alarma empezará su rutina. Bastaron segundos para que un leve olor de café impregnara mi fosa nasal y quedase encantando por el aroma que del mismo emanaba. Tenía un significado algo así como ''estoy listo para colar, ir a una taza de barro de la abuela y que me acompañen con una acema'', pan tradicional andino.

Tengo que admitir que no soy muy amante del café pero en algunas ocasiones, y cuando mi abuela lo prepara, no puedo evitar probar un poco. No sé qué tenga, no sé qué le agrega, pero su café es distinto: me gusta y no solo eso, me volvería adicto, sin aburrirme y hasta sin causar ese efecto de rutina en mí.

Desayuno y salgo. En el paso que hay desde mi apartamento a la puerta del edificio me topo con ciertos aromas y olores que me hacen recordar algunas preparaciones. El sofrito de la carne 'mechada' de la vecina e imaginar el rico pabellón que les tendrá a los suyos cuando lleguen de sus labores, los ponques que hace el señor de abajo para luego venderlos, el pan tostado y café de aquellos que se despertaron luego de la hora y tiene que salir corriendo mientras lo toman y más.

La cosa va de olores, me dije. Reflexioné acerca de esa frase que iba dentro de mí mientras caminaba y conclusiones salieron: la cocina, antes de ser sabor, es puro olor e incluso aspecto, si vamos a un restaurante de estos que se hacen llamar gourmet y reducen la cantidad de comida para así aumentar el valor del plato. ¡Qué loco y ambiguo es esto! 

''Todo es olor'', seguía pensando, cómo no darme cuenta de esto antes. Cómo es posible que un caldo simple de pollo nos lleva a esos días con catarro o cuando el popular sofrito desprende toda su fragancia e impregna la casa y rápidamente algunos dicen, mientras frotan sus manos, ¡Hoy comemos pabellón! El olor de mandarina fresca y pelada que nos evoca en diciembre, época cuando más jugosas y dulces son, quién sabe porqué, mi abuela dice que es el espíritu de la navidad que las hace así, me gusta creer que tiene razón, más allá de lo la ciencia diga. Siempre tendremos a asociar algún olor con un momento en particular, incluso sin querer.

Poseo muchos recuerdos con olores, pero solo los especiales puedo recordarlos hasta sin olor. Podría hacer una extensa y corpulenta lista al respecto de todos ellos, los cuales rememoro de una manera que hasta se ordenaron dependiendo de la etapa en mi vida: la infancia, el colegio, de la escuela de cocina (de este tengo un repertorio enorme), de la escuela de arquitectura, de las reuniones de mi familia, en fin. No todos específicamente en el área de cocina pero que de igual manera me llenan y hacen revivir eso que ''ya pasó''.

La dualidad será parte de nuestra vida siempre, no podemos ser buenos sin el mal, tenemos día y noche, nos gusta lo dulce pero también comemos salado, la salud y la enfermedad, la felicidad está pero a veces la tristeza nos invade e incluso algunos poseen todo en la vida y les falta algo. Algunos olores nos traen momentos tristes, incómodos y fastidiosos también, estos son parte de nosotros y esos momentos hay que verlos como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento personal. 

Coliflor, cuanto desteto tu olor cuando hirviendo estás, cuando en el horno te cocinan o en el gratín te encuentras, esa repulsión aumenta si te sirven frente a mí en la mesa. Pienso en todo ello juntos y me hace querer olvidar tu hedor, pero cómo hago si mi familia le encanta comerlo y que se los prepare, ¡Otra dualidad en mi vida! No lo entiendo. A eso le llamo la 'dualidad del azar', se los cocino y no lo pruebo, error clave en el área, dejo al azar el sabor de este y hasta ahora déjenme comentar que ha funcionado perfecto aunque este método no se lo recomiendo a nadie, menos si cocina para alguien tan especial como la familia.

Huele las especias e imagina todos los platos o preparaciones que puedes hacer y cómo estos te quedarán. Eso es planear y diseñar lo sabores que deseas, muy importante para lograr un plato equilibrado, perfecto y congraciado. La cosa va de olores, así que, nunca dejes de oler y de esa manera no dejarás de rememorar los grandes momentos.

Recuerda: olvidar no es parte de nosotros, siempre habrá algo que no lleve a revivir los grandes acontecimientos de la vida, incluso, aquellos que no son tan deseados en nuestra memoria. Aquí un procedimiento simple: huele, almacena y después recuerda. 

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