La vida del arquitecto


Sudaba frío, no sabía qué hacer, cómo encontrar las palabras correctas para decirlo, para expresarlo. Ideas deambulaban por mi mente, como quien carga un sartén en alta temperatura y sencillamente busca un 'lito' para no quemar su mano: corre de un lado a otro y grita preguntando al aire dónde puede encontrar uno.

Tiempo hacia ya que venía pensando acerca de ello. Ya nada era lo mismo de cuando empezó. Los dibujos empezaban a perder el brillo y color que yo le colocaba, las líneas, aún con regla, salían 'choretas', perdía las dimensiones e incluso la creatividad para diseñar una simple y sencilla casa. Llegue al punto donde trasnocharme dibujando era un calvario para mí. ''Otra maqueta, no puede ser'', pensaba. Sí, el sueño de ser arquitecto comenzaba a desvanecerse, a perder color. Como la acuarela cuando se añade más agua antes que color...

En otro lado de mí, algo se cocinaba y tomaba cada vez más olor y sabor. Muchas ideas venían, pero una de ellas siempre era fija: cambiar la oficina llena de planos, reglas y lápices por algo que no tenía ni remotamente planeado: una cocina llena de sartenes, ollas y estufas calientes. 

Yo solo veía cómo la escuela de arquitectura y mi familia perdía un futuro arquitecto. Quizás no tuviera un gran futuro, como muchos lo esperaban, o puede que sus dibujos empeoraran con la edad, no lo sabremos. ¡La arquitectura era lo mío! ¿Qué pasó en el camino? ¿Cuándo cambié de opinión así? ¿Cuál fue el factor determinante para mi cambio? Muchas preguntas y todas con respuesta, eso es lo mejor del caso. 


Todo fue una sucesión de eventos que me hacían decantar por el sentimiento de satisfacer la necesidad de mis comensales. Los primeros comensales que todo cocinero puede tener: sus padres y en mi caso, abuelos también. A ellos también les agrego un poco de 'culpa' por la decisión que tomé, siempre exigían más sin darse cuenta, decían cosas como ''sorprendenos hoy'' y yo pues empecé a combinar especias, leía más sobre cocciones y preparaciones. Los libros de edificios de un lado se empezaban a quedar. Por el contrario, empezaron a llegar nuevos libros de cocina venezolana: algo que todos, aún sin ser cocineros, deberíamos tener.


Mi cabeza era una cocina de esas grandes que tienen los hoteles (de 8-10 estufas), todas ocupadas, llenas de ideas, preguntas y respuestas, acciones que iban cocinándose para servirse con algo llamado 'madurez', creo que eso fue, y siempre será, el ingrediente principal para la toma de cualquier decisión. 

Qué diría mi familia, cómo es posible que un arquitecto, con todo ese tono de orgullo que se ensambla en la palabra, deje todo para ser cocinero, con el tono de vergüenza con la cual viene insertada. Socialmente no es aceptado, o era, no sé, las cosas han cambiado un poco y cuando un niño juega al ''que quiere ser cuando sea grande'' ya no dice que quiere ser astronauta, piloto de carreras o presidente, no, los niños de ahora quieren ser chef, pero qué, primero tienen que ser cocineros y ahora sus padres no bajan la miraba o su tono de voz no disminuye cuando les dicen a sus amigos que su hijo quiere ser chef. Las cosas han cambiado

Pero hace tres años eso no se veía, y si vamos más atrás, ¡la cosa era más seria aún! Yo pensaba mucho el hecho de si quiera comentar que iba a dejar mi carrera para dedicarme a cocinar, porque sabía lo que se venía encima. Especialmente imaginaba a mis tía renegándose de tan maravillosa decisión, al menos para mí. Realmente eso es lo que al final importa, tu bienestar y tu satisfacción, sobre todo a nivel personal.

Mi familia no es cruel, me apoyaron en el nuevo camino que iba a recorrer, no obstante, el brillo de sus ojos bajo un poco, pero eso es algo que sube cuando haga un quesillo, un pan de Dios, ají dulces confitados en aceite ahumado para una brusquetas con pan rústico que preparo el día anterior a reuniones, en fin, cualquier cosa me dará la razón del cambio que hice, no solo en mi vida si no la de todos, porque ya no pediría reglas, colores o marcadores especiales, no. Lo mío sería pedir cuchillos, utensilios y equipos que a escala parecen los que usan los grandes restaurantes. 


Recuerda: preocúpate por las decisiones que tomes en tu vida y pregúntate si a largo plazo te traerán resultados buenos y positivos. Siempre encontramos un talento oculto en nosotros. La vida es una y hay que hacer lo que mejor sabemos. 



A mis padres y abuelos, quienes me lo han dado todo en tan poco tiempo. Por ustedes leo, aprendo, analizo y todo eso lo plasmo en lo que cocino y les preparo. 

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